Es increíble la cantidad de padres de familia que llegan a
la consulta agobiados porque sus hijos
se muestran rebeldes, no obedecen; en suma los han rebasado, y ellos, no son capaces de poner límites a su
comportamiento.
El primer punto y más importante que tenemos que considerar,
es que los hijos no son nuestros amigos.
Es decir, a los amigos se les elige, a
los padres no. Mucho menos a los hijos. La gran mayoría de los progenitores
mantiene un deseo oculto de mantenerse cerca de sus hijos y llevar una relación
de intimidad, en la que sean iguales y tengan confianza. Es evidente, que una buena relación padre e hijo se centra
en la confianza, pero de eso, a ser buenos amigos, está muy distante la
realidad.
En cierto sentido, quienes
han extraviado la brújula son los padres. Desean ser amigos de los hijos.
Quieren ser sus confidentes. Anhelan una relación de equilibrio y amor, pero no desean ejercer el rol que les
corresponde: SER UNA AUTORIDAD PARA LOS MENORES.
Para realmente ser unos padres que puedan llevar la
educación y la formación de la prole, es
necesario que se ejerza, antes que nada, y nos guste o no, el principio de
autoridad. Y como el término lo establece, principio, quiere decir, lo
primero, lo que tiene que estar, lo que es necesario que se dé y el cimiento de
la relación entre las relaciones entre padres e hijos. Este principio es
inalterable y por tanto, los padres "tienen que ser una autoridad en la
educación de los hijos".
Cuando los padres se confunden en este rol lo que sucede, es
que privan al hijo de la guía, de los lineamientos y de lo que se espera en una
sociedad como esta para comportarnos dentro de ciertos lineamientos. Los condenan a la confusión porque no los
proveen de modelos, de patrones a seguir para que cuenten con una línea de
comportamiento.
Resultado, los hijos
no toman en cuenta a los padres, pasan sobre ellos, sus palabras no son
atendidas, se encuentran tiranizados, además, de desgastados, sin darse cuenta
que la solución está en ellos.
Las relaciones humanas son un espejo importante de nuestro
comportamiento, por tanto, dime qué tipo
de hijos tienes y cómo se comportan y te diré el tipo de padre que eres.
La autoridad paterna no debe confundirse con autoritarismo,
por el contrario, cuando se asume, es un orgullo ser padre, porque nos sentimos capacitados para ser un
modelo, una forma, una guía, un entrenador de vida y un constructor de
personalidad, de aquello que más queremos, nuestros hijos.
Por supuesto, que la educación de los hijos plantea grandes
desafíos, sin embargo, es importante, reconocer que la maternidad o la
paternidad la hemos elegido como un modo de vida. Por tanto, requerimos de
responsabilidad y estar atentos frente a lo que nos toca resolver como padres
con cada hijo en lo particular.
No todos los hijos
plantean los mismos retos, y tampoco todos los padres nos mostramos iguales
frente a cada hijo, pero si te interesa saber más sobre este tema
apasionante, te invito a que adquieras el material electrónico: Las relaciones
padres e hijos un juego de espejos
Gracias por leerme, mi misión es la calidad de vida
emocional y su impacto en la vida social.
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