Filantropía vs altruismo

Por Carlos Enrique Garcés Ventosa


En la antigüedad, la filantropía era considerada una virtud que se manifestaba como amor por el género humano, es decir, amor a la humanidad. Como virtud, fue formulada por el estoicismo en el contexto de su doctrina del cosmopolitismo. El sentido que le dieron hace referencia al amor que todo hombre auténticamente libre experimenta por sus semejantes, para procurar el bienestar y la realización de todo lo auténticamente humano, lo mismo por el trabajo que fomenta la creatividad y promueve lo mejor de la cultura: ciencia, arte y filosofía.

Por tanto, el filántropo es un hombre auténticamente culto, no en el sentido de erudición, sino que se cultiva a sí mismo cultivando a la vez el amor por sus semejantes y por todo lo que los seres humanos, mujeres y hombres, han creado en conjunto: ciencias, religiones, artes, mitos, instituciones, formas de gobierno, etc.

El sentido que le dieron los estoicos lo retomó el emperador romano Flavio Claudio Juliano hacia el año 363, porque pensaba que la filantropía debía ser una característica del hombre cosmopolita. Además, para él era sinónimo de la caridad cristiana, una virtud cuyo objetivo era ayudar a nuestros semejantes, sin importar las creencias religiosas.

Por tanto, la filantropía es compromiso y fomento de todo lo humano, lo que implica saber dar, es decir, a quién y por qué. Es verdad que un acto filantrópico conlleva la posibilidad de sacrificar la vida, pero vale decir, a condición de saber que a cambio se conserva lo mejor de la humanidad.
"Por tanto, la filantropía es compromiso y fomento de todo lo humano, lo que implica saber dar, es decir, a quién y por qué. Es verdad que un acto filantrópico conlleva la posibilidad de sacrificar la vida, pero vale decir, a condición de saber que a cambio se conserva lo mejor de la humanidad". 

El sacrificio por filantropía, en su forma positiva y constructiva, puede expresarse en la ayuda a los demás sin que necesariamente se requiera de un intercambio o respuesta alguna; regalando tiempo y atención a otras personas; financiando proyectos de investigación en medicina; o bien, creando fundaciones que promuevan y patrocinen las bellas artes o sitios de recreación para los más vulnerables. Acciones como éstas, u otras, que busquen hacer trascender a los seres humanos y sus creaciones.

Los grandes humanistas han afirmado que el compromiso del ser está en fomentar la creatividad cultural como la única forma de conocer las fuerzas naturales, contribuyendo así a la dinámica de la evolución del Homo Sapiens. Si se descuida la cultura humana y no se fomenta la creación libre, irremediablemente el ser humano desaparecerá de la Tierra. Por ello, hoy todo lo creado por el hombre para acrecentar y conservar la civilización forma parte de la humanidad.

No debemos entender la filantropía como el acto de donaciones ostentosas, sino como la acción de impulso dinámico de las personas para que, conociendo reflexivamente las necesidades y carencias de un individuo o sector de la sociedad, contribuyan para acrecentar con nuevas investigaciones científicas, con mejores aplicaciones técnicas e incluso con arte a un supremo bienestar de la humanidad.

Por otro lado, el término altruismo se refiere a aquella conducta humana que se manifiesta como preocupación o atención desinteresada por el o los otros; lo contrario del egoísmo. Para muchos biólogos evolucionistas es un mecanismo de adaptación y supervivencia, pues un comportamiento altruista aumenta las probabilidades de supervivencia de otros individuos de la misma especie a costa de una reducción de las propias. Sacrificio personal por el beneficio de otros. Es por eso que altruismo es la actitud del que mira más por el otro que por sí mismo.


Hay dos atributos que definen convenientemente el altruismo: la simpatía y el compromiso. La primera se apoya en valores de bondad y caridad; mientras que el segundo considera actos que se sabe van a beneficiar más a otros que a sí mismo, implicando un sacrificio personal. El compromiso se inscribe en una ética de responsabilidad, porque se trata de actuar concretamente sobre el presente y sobre el futuro para proporcionar mayor bienestar al resto de la sociedad; implicando una inversión personal para el desarrollo de bienes comunes. Aquí cabe recordar, como ya hemos hecho en otras ocasiones, que la ética se refiere a la conciencia individual, mientras que la moral se refiere a una conciencia social.

En definitiva, el altruismo es una actitud aceptada y querida de buen grado. Junto con la solidaridad, tiene una dimensión claramente humana y de servicio a la sociedad, que se pone a prueba si para prestar ayuda a los demás tenemos que renunciar a beneficios propios, inmediatos y significativos.
"En definitiva, el altruismo es una actitud aceptada y querida de buen grado. Junto con la solidaridad, tiene una dimensión claramente humana y de servicio a la sociedad, que se pone a prueba si para prestar ayuda a los demás tenemos que renunciar a beneficios propios, inmediatos y significativos".

Conocer las diferencias entre filantropía y altruismo nos ayuda a saber cómo contrarrestar los contravalores del egoísmo, la avaricia, la ambición, el poder desmedido y el desenfreno de las pasiones.

De igual forma, nos brinda herramientas y fortaleza para hacer la vida más agradable a los demás, sin descuidar nuestra felicidad ni la de los otros. Comprender el sentido y las diferencias entre estos dos conceptos nos aleja del camino del mártir, de aquel que en el fondo sólo busca su salvación. He aquí la trascendental importancia de una educación para la filantropía y el altruismo desde el hogar y desde la escuela, especialmente para nuestros hijos: constituyen la única alternativa válida capaz de variar los hábitos de la competitividad, para erradicar o contrarrestar el egoísmo e individualismo exacerbados.



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