La opción orgánica

Por Mariana Pérez Ocejo 
Agosto 2016


Cuando vamos a un restaurante de comida rápida o abrimos una lata, una cena congelada, instantánea o precocida, rara vez nos preguntamos de dónde vino, cómo y cuándo la elaboraron y mucho menos se nos ocurre que al comprarla se produce un efecto en el resto el mundo. Por lo general pensamos en el sabor, el precio y la conveniencia. Nuestro ritmo de vida nos lleva a comer mal y rápido, en franquicias o en grandes cadenas, a hacer una sola parada en el supermercado y a optar por alimentos traídos de lejos y empacados en capas y capas de material contaminante. Esta suele ser una decisión cómoda, pero poco saludable y poco sustentable, pasamos por alto que además de dejar detrás mucho desperdicio, los alimentos pre-elaborados suelen quitarle a la comida su parte nutritiva y creativa.


Cocinar y comer ha degenerado de ser una experiencia de comunidad, de placer y agradecimiento, a ser una parada en los “pits” para mantener en funcionamiento a nuestro organismo. Hemos perdido conciencia y disfrute al alimentarnos, comemos solos o con prisa, en el coche o frente a la computadora, o llevamos a nuestra mesa alimentos que tal vez no nos nutren, de los que además desconocemos el origen y la calidad.

"Necesitamos darnos cuenta, que nos hemos desconectado del momento y el lugar en que nuestros alimentos se producen. El comercio global nos permite hoy en día comprar en cualquier momento del año alimentos cultivados prácticamente en cualquier parte del mundo. En cambio, cuando optamos por productos locales y de temporada, producidos en su estación, por nuestra gente y en nuestra tierra, nos mantenemos en armonía con el tiempo y el espacio que habitamos. Además, evitamos el daño ambiental de transportar los alimentos por miles de kilómetros y el daño a nuestra salud ocasionado por los conservadores y aditivos que requieren". 

A diferencia de las tecnologías empleadas por la agro-industria, las granjas orgánicas favorecen la salud y la conservación de los recursos naturales. Evitan el uso de pesticidas, fertilizantes y hormonas, conservando el sabor y los nutrientes de los alimentos, dando un trato digno a los animales y protegiendo la fertilidad de la tierra a lo largo del tiempo. Es una fuente de ingreso para los pequeños productores, disminuye la migración del campo y permite a comunidades indígenas cultivar de acuerdo a su visión ancestral de amor y respeto a la tierra, el agua y el aire. 

A muchos nos encanta comer, pero por lo general no lo hacemos de una forma que le de satisfacción a nuestras vidas y colabore a hacer del mundo un lugar mejor. Al comprar un alimento estamos votando por él y por una cadena infinita de factores y circunstancias. Hagamos ese voto en favor de alimentos de calidad que sean orgánicos, locales y sustentables, aquellos que cuiden de nuestra salud, nuestra comunidad y nuestro medio ambiente.





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